Hay algunos mitos que se resisten a morir. En nutrición uno de los más tenaces es el que se refiere a la soja y a sus supuestas propiedades maléficas. A la soja se la acusa de muchas cosas (hay incluso una página en internet que la llama mentirosa, como si la pobre pudiera siquiera hablar, cuando no es más que una humilde legumbre) y una de las acusaciones favoritas es que la soja es un “disruptor hormonal”.
La mayoría de la gente no sabe muy bien qué significa esto, pero cuando les preguntas te expresan su preocupación de que por comer tofu a los hombres les crezcan las mamas y se queden sin espermatozoides y que a las niñas se les adelante la edad de la primera regla.
Y esto lo dicen porque la soja contiene un grupo de sustancias antioxidantes llamadas isoflavonas que pertenecen a la familia de los fitoestrógenos. Como la palabra fitoestrógenos significa estrógenos vegetales, la conclusión rápida – y totalmente equivocada – es que al tomar alimentos con fitoestrógenos estamos tomando directamente estrógenos.
¿Qué son los estrógenos, para empezar?
Los estrógenos son las hormonas femeninas, producidas por los ovarios, que regulan el desarrollo sexual y la función reproductiva en las mujeres. Los estrógenos actúan además en prácticamente todos los órganos del cuerpo femenino, por ejemplo los estrógenos disminuyen la acumulación de colesterol en las arterias, ayudan a mantener la masa ósea y estimulan la función cerebral.
En los órganos reproductivos, los estrógenos tienen un papel proliferativo: esto significa que estimulan el crecimiento y desarrollo de estos órganos. Esto es natural puesto que el objetivo es que el endometrio, los ovarios y las mamas se preparen para la reproducción. Sin embargo un exceso de estrógenos, especialmente si se mantiene durante mucho tiempo, puede producir un crecimiento excesivo o anormal de algunas de las células de estos órganos, lo que en algunos casos podría derivar en tumores.
¿Y qué son los fitoestrógenos?
Aunque los fitoestrógenos tienen una estructura similar a los estrógenos animales, esta estructura no es idéntica y eso hace que sus efectos no solo no sean los mismos que en el caso de los estrógenos humanos, sino que de hecho en la mayor parte de los casos los fitoestrógenos tienen actividad anti-estrogénica.
Es decir, es justamente lo contrario del bulo que circula por ahí. Los fitoestrógenos, y en concreto las isoflavonas de la soja, no son disruptores hormonales, sino moduladores de los receptores estrogénicos – este es su nombre correcto y el que explica su actividad y sus propiedades.
Los fitoestrógenos actúan en la mayoría de los órganos humanos desarrollando una actividad anti-estrogénica suave. En algunas situaciones, por ejemplo en los huesos, los fitoestrógenos sí que tienen una acción estrogénica leve, mucho más débil que los estrógenos humanos. Gracias a este comportamiento característico los fitoestrógenos tienen efectos bastante beneficiosos en la salud humana. El número de estudios que han investigado estos efectos es enorme y a estas alturas, los resultados son bastante consistentes. No hay excusa para a día de hoy seguir repitiendo bulos sobre los supuestos efectos perjudiciales de la soja en los humanos.
El consumo moderado de soja (el propio de los países asiáticos como Japón, China o Corea: 1-3 raciones al día de productos como el tofu, el tempeh, el miso, la leche de soja, y las habas de soja fresca – o edamame) tiene los siguientes efectos en humanos:
– acción protectora frente al cáncer de ovario, endometrio y mama. En el caso del cáncer de mama, los efectos protectores de la soja son mayores cuando el consumo empieza pronto, en la adolescencia o incluso antes, cuando el tejido mamario se está formando. En las mujeres que ya han desarrollado cáncer de mama, el consumo de soja se ha asociado con menor riesgo de recurrencias y mayor tiempo de supervivencia. Este efecto se ha visto incluso más marcado en las mujeres con mutaciones de los genes BRCA1 y BRCA2. No solo no hay que aconsejar a las mujeres con cáncer de mama que dejen de tomar soja, como desgraciadamente hacen todavía muchos profesionales de la salud, es que hay que aconsejarles que empiecen a tomarla si antes no lo hacían o que mantengan o aumenten su consumo si ya la tomaban. De hecho la Asociación Americana de Oncología sugirió en el año 2012 que el consumo de soja no solo no ha mostrado efectos perjudiciales en la supervivencia y el riesgo de recurrencia del cáncer de mama sino que tiene potenciales efectos positivos, y que podría reforzar la acción del tamoxifeno (que es uno de los mejores medicamentos de que disponemos para tratar el cáncer de mama).
– acción protectora frente a la pérdida de masa ósea tras la menopausia.
– posible acción protectora frente al cáncer de próstata en varones (todavía no hay suficientes estudios al respecto, pero los que hay señalan un efecto beneficioso).
– posible acción protectora frente a las enfermedades cardiovasculares, ya que tiene efectos hipolipemiantes (ayuda a disminuir el colesterol-LDL en sangre, y probablemente también los triglicéridos)
En los bebés alimentados con fórmulas de soja, los estudios realizados a lo largo de muchos años no han podido encontrar ningún efecto perjudicial en el desarrollo de los órganos reproductivos, tanto de niños como de niñas. Las fórmulas de soja se llevan usando en la alimentación de los bebés desde hace casi 150 años. Las niñas que consumen soja habitualmente suelen tener la primera regla un poco más tarde que las que no lo hacen; de nuevo este es un efecto beneficioso de la soja sobre la salud de las mujeres, ya que disminuye el tiempo total de exposición a los estrógenos. En los niños y en los hombres que toman regularmente soja en las cantidades que se toman en Asia no se han visto efectos feminizantes ni datos que sugieran que disminuye la fertilidad (es difícil pensar que la fertilidad en China ha estado alguna vez amenazada, ¿no?, y llevan consumiendo soja al menos los últimos 5000 años).
En definitiva, el consumo de 1-3 raciones al día de soja y derivados no tiene ninguna consecuencia negativa para la salud, y puede tener efectos positivos, especialmente cuando se lleva a cabo de manera regular desde los primeros años de vida y en la misma forma en que lo han hecho siempre las poblaciones asiáticas: en forma de tofu, tempeh, miso, natto, edamame y leche de soja (y menos como concentrado de proteína de soja).
La única precaución la deben tener las personas con problemas de tiroides, porque la soja puede interferir con la absorción intestinal de la hormona tiroidea que se usa como tratamiento de reemplazo. En estos casos hay que tomar la medicación a una hora en la que no se tome soja; y asegurarse de recibir unos aportes adecuados de yodo con la alimentación. Los bebés con hipotiroidismo congénito que toman fórmula de soja pueden tener problemas para absorber la hormona tiroidea en el intestino y en estos casos, si la lactancia materna no es posible, sería más apropiado usar una fórmula de arroz hidrolizado.
Creo que este artículo puede ser de gran ayuda para disipar aquellas dudas o miedas a la hora de consumir la soja en sus diferentes elaboraciones.
Aún así, mi opinión personal es consumirla en forma de tempeh o miso en mayor proporción respecto al tofu, el haba guisada o su harina puesto que al fermentar dicha legumbre conseguimos un alimento altamente nutritivo, protector y con un alto nivel de digestibilidad sin contar con que eliminamos inhibidores encimáticos.
Destacar la importancia de adquirir este producto bajo la certificación “NO OMG” para asegurarnos de que dicho alimento es natural y no está modificado genéticamente; debe ser ecológico, biológico y libre de pesticidas.
Fuente: “mi pediatra vegetariano”